El CUENTO DE: La hormiga y los panditas

Lauro Barajas estudia Filosofía en el CUCSH (Centro Universitario de  Ciencias Sociales y Humanidades), escribe cuentos o realidades con  mentiras o  verdades, con drama y fantasías. Para LECHUGA, esto es  «EL CUENTO DE:» por Lauro Barajas.

La hormiga y los panditas

Ve a todos en el café, sentado, tiene a Charles Mingus en las orejas, un americano demasiado caliente para dar el primer sorbo, una novela de un francés que le recomendó Mónica. A esta chica de literatura la acababa de conocer, pero eran ya varias las veces que se la imaginaba en la calle. Horas atrás leyendo en el pasto de su escuela notó como se acercaba un bulto morado a su derecha, pero sin verla directamente, como notamos prácticamente todo lo que rodea al objeto que miramos fijamente, cosas de la vista.

Luis sube el volumen de Charles Mingus en su celular pues le molesta la voz del cantante de Oasis que alguna vez le gustó. En una segunda ocasión y exactamente como la letra de varias canciones que hablan del “desamor”, de los “fantasmas” que nos acechan y nos recuerdan a personas pasadas, esas “sombras” que se parecen a quien sea, sintió a Mónica; y es obvio que por un momento Luis tuvo la certeza de que ese segundo bulto era Mónica, quizá medio segundo lo fue, apareciendo muy cerca por su izquierda y lanzando besos al aire como los que aventamos a los perros (muy seguros de que nos entienden). Así sintió a Mónica, aventando besos a la mesa de enfrente. Esa de literatura no salía de su cabeza. Luis piensa que los de enfrente, por lo tanto, son perros, y que si están ahí bebiéndose sus Victorias es por una razón inexplicable. También supone que cualquier animal podría aprender a usar un celular, a disparar un arma, a bailar o hasta tocar el violin.

“¿Acaso somos tan inteligentes?”, grito en el café. Todos voltean, todos se callan, menos Gallagher de Oasis. En ese momento Luis agarró su celular para grabar la escena. “En primera Oasis ya paso de moda nomames, ¿cuál es su maldita obsesión?”. Luis agarró la Victoria de la mesa de los perros de enfrente, les tronó los dedos, les lanzo besitos al aire, “perrito, perrito”, el más valiente de los perros se levantó. En ese momento aún tenía a Mingus en los oídos. “Cshhhhhhhhhhh”, rompió la botella. “Ahhhhhhhhhhhhh”, gritaron las dos mujeres, muy coordinadas, como en las olimpiadas. El que se había levantado se echó para atrás. Lo segundo fue aventar ahora la Heineken al letrero de Sanitarios. El mismo se asombró de su puntería. Una vez en el piso todos los vidrios soltó la carcajada que se escuchó hasta el local de comida rápida de al lado. Salió corriendo, obviamente sin pagar. Volteó hacia el café, “ya dejen de estar mamando con su puto Oasis”, y una vez fuera les aventó un puño de las gomitas del pandita. Una calló en el café del director de quien sabe qué departamento de la Universidad.

Luis ganó la apuesta. Por mucho aquella escena fue la más incoherente de las tres. El otro había rentado una botarga de hormiga roja y casi lo atropellan. Su plan había sido entrar corriendo por los pasillos de Plaza Patria en esa botarga, pero de inmediato lo sacaron los de seguridad. Como no tenía carro tuvo que soportar el calor de medio día en el camión hasta periférico norte. El otro se puso en una glorieta Minerva con carteles que decían “Stop Vietnam War”, nadie le hizo caso, ni los tránsitos. Con lo que ganó de la apuesta Luis se compró un libro de Lovecraft y una cahuama. Le quedó feria como para tres días de tren ligero y unos tacos de birria frente al CUCSH. Quizá en general Luis era el más incoherente de los tres, como por naturaleza.

Por Barajas Lauro

About the post

Cuentos, Literatura, TXT

Deja un comentario